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lunes, 27 de julio de 2009

¡CON TODO EL DOLOR DE MI CORAZÓN!

Trato de responder, en este artículo, a las reiteradas preguntas que ustedes me hacen sobre los ataques de perros a niños pequeños. Además, las tertulias caninas tienen casi siempre como tema de reserva estos desafortunados incidentes que, al parecer, han aumentado en esta última década. En los foros se pregunta una y otra vez el por qué de la mordida del perro de Fulano al niño de Mengano y es que realmente, el tema es muy importante siendo, como es, el desgraciado protagonista nuestro cachorro y el enemigo doméstico, nuestro inseparable Truco.Si aplicásemos el famoso ¿Por qué? etológico al hecho de que el perro muerda al niño en un momento determinado, podríamos respondernos con toda asepsia científica que lo hace porque:
Desciende de otros que sabían hacerlo.
Han aprendido de sus mayores.
Lo hace por cuestión de competencias.
Lo necesita para sobrevivir. Evidentemente, las dos primeras respuestas son tan ciertas como obvias y no merecen ser consideradas, la tercera es muy amplia en su concepción como para determinar el motivo de la mordida pero, la última, encierra la verdadera respuesta de la causa de cualquier agresión a un cachorro humano.Sabemos que el perro, como cualquier especie, utiliza la agresividad para:
Acceder a recurso.
Alcanzar estatus.
Impedir ser depredado.
Competir por hembra y territorio. Si se fija el lector en estos cuatro puntos podrá deducir que las ocasiones en las que el perro se vuelve peligroso serán:
A la hora de comer (recurso)
Cuando discute sobre quién es el que manda (estatus)
Cuando entiende que va a ser atacado (evita la depredación)
Cuando hay crías, la hembra está en celo o alguien entra en el territorio. Entendemos entonces que nuestro Truco, como individuo de cualquier especie, utiliza la agresividad simplemente para sobrevivir. Eso en principio, no es malo porque de la agresividad nace la competición y sin competición ninguna especie se adaptaría ni, por supuesto, evolucionaría. El problema estriba en que el niño chico no pretende colocar a su perro en peligro de supervivencia y sin embargo, con frecuencia es mordido por él.Pero, cuando el perro se vuelve peligroso por los cuatro factores enumerados anteriormente, amenaza con más intensidad al niño que al humano adulto. ¿Cuáles podrían ser las causas?
La constante comunicación agonística del niño.
Sus señales de intención.
Su olor neutro.
El menor tamaño.
La incongruencia y anarquía en los movimientos. Aparte de estas causas, el ataque al niño puede verse influenciado por factores raciales y, por supuesto, de aprendizaje. Me refiero a que los perros que no han tenido contacto con niños durante el periodo de socialización, y concretamente durante las semanas octava y novena de vida, son más propensos a morderles que los bien socializados.La jerarquización que debe darle usted, amo del perro, desde pequeño es un factor crucial en la prevención de estas conductas porque, como sabemos, un perro bien jerarquizado y consciente de que él es el último de la manada no presentará conductas agresivas del tipo de estatus hacia ningún niño.En muchas tertulias he oído insistentemente la máxima de que “ningún buen perro, modera nunca a un niño”. Evidentemente yo no puedo estar de acuerdo con ella. A todos mis alumnos les pregunto, en un tema de Etología canina, si una hembra Bóxer adulta y de carácter equilibrado podría originar un incidente con un niño. Todos responden que si y eso que la raza y el sexo del perro que les pinto es lo opuesto al concepto de peligro. Entiendo, por tanto, que ningún perro viene “preparado” genéticamente para no atacar a un niño y además, si sabemos que la conducta es una interacción compleja entre genes y medioambiente, no creo en absoluto al súper perro que nace para cuidar niños y sin posibilidad dar un disgusto. Creo, más bien, en perros sanos de espíritu, bien improntados, mejor educados y carácter equilibrado como sujetos no propensos a protagonizar un desastre. Aún así, jamás he dejado solos a un niño y a un perro... ¡Por el bien de los dos!La pregunta que con más frecuencia se nos hace a los terapeutas es la relativa a que hacer con el perro que muerde a los niños incluidos los propios. Realmente es un dilema y una decisión dura el aconsejar en cualquier sentido al dueño del animal.Hace muy poco tiempo, el que fue uno de mis mejores alumnos y experto en conducta canina, me comentaba el caso de un perro que estando dormido se asusta y muerde al niño que lo despierta. Discutimos sobre conductas instintivas y filogenéticas, carácter del animal, contexto de la agresión, influencia de la acción del niño sobre el perro y sobre cualquier factor que pudiera dar una inclinación a la balanza de un lado o de otro.Mientras estas discusiones se producían, el más pequeño de mis sobrinos, un bebé de menos de un año, fue mordido por una hembra de Setter inglés que no estaba parida, perteneciente a la familia que no fue molestada por el bebé y cuya agresión se produjo de forma inesperada y después de un leve gruñido. El resultado fue un grave desgarro en el cuero cabelludo y tres días de observación en el hospital. ¿Y ahora, qué se le puede decir al padre del niño? ¿Quizás que el animal interpretó mal una comunicación del bebé? ¿Acaso que el niño comunicó sobre intenciones? ¿Lo tranquilizará saber que el perro pertenece a una especie que no practica el infanticidio y en la que es difícil que se produzca el acto final de la agresión?Cuando fui consultado, y con todo el dolor de mi corazón, aconsejé la eutanasia del animal. Realmente dar estos consejos supone para un terapeuta un fracaso, sobre todo, cuando se podría haber previsto la conducta. A mi exalumno Pedro le di las razones que me inclinaron a esta decisión y ahora expongo a ustedes.
Como terapeutas debemos tratar todas aquellas conductas que supongan una molestia para el dueño del perro, familia, vecinos o ciudadanos en general.
También debemos acudir para remediar el sufrimiento psíquico que pueda afectar a un animal.
No deberíamos intervenir en el tratamiento de una conducta agresiva en la que se juegue la integridad o la vida de un ser humano, mucho menos si este ser es un niño.
De hacerlo, debemos poner el niño a salvo de cualquier reacción agresiva del animal.
Una vez que el perro ha mordido a un niño, la posibilidad de que esta agresión se vuelva a producir en otro contexto y bajo otros estímulos, es alta.
Cuando ha ocurrido la agresión, jamás debemos aconsejar que se regale el perro a otra familia ya que, de esta forma, solo trasladamos el problema y volvemos a poner a otro niño en peligro. Entiendo que estas razones son muy subjetivas, que son la mías, que pertenecen a mi propio bagaje deontológico y que no son en absoluto normas sacadas de un manual de Ética. Admito, por tanto, las posturas más permisivas y menos drásticas que la mía. Entiendo que el mal debe prevenirse mediante una buena socialización del cachorro. Insisto en que cualquier atisbo de agresividad debe ser eliminado de raíz y que, ante la duda de que un bebé pueda ser atacado por el perro de la casa, el animal debe irse del territorio porque, si la agresión se produce, yo aconsejaré la eutanasia... ¡Con todo el dolor de mi corazón!

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