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jueves, 1 de abril de 2010

LA INHIBICIÓN DE LA MORDIDA.

(56) TERAPIAS. LA INHIBICIÓN DE LA MORDIDA.

Rosana Álvarez Bueno


La inhibición de la mordida es una de las enseñanzas que se producen en la especie canina, por parte de la madre hacia los cachorros , y entre ellos mismos mediante los juegos de guerra, y que les permite aprender que deben ceder cuando la intensidad de dicha mordida es excesiva.

En los animales sociales es muy importante el mecanismo de inhibición de la agresividad, ya que de no existir éste, muchos enfrentamientos acabarían en muerte de alguno de los oponentes, y no es eso lo que se pretende para perpetuar los genes. Esto es lo que ocurre normalmente en una manada de lobos o en una de perros salvajes, es decir, en libertad y con animales equilibrados que pretenden aumentar su tasa de aptitud, entendiendo como tal el conjunto de conductas beneficiosas que conceden al individuo una ventaja adaptativa sobre el resto.

Cuando uno de los perros muerde aparece un mecanismo que hace que durante la pelea, uno de ellos ceda mostrando al otro que debe parar la lucha o acabarán muy mal parados. Esta señal es la postura de sumisión que se adopta mediante la exposición de la zona ventral del animal al oponente tumbándose boca arriba. Esto hace de inmediato que el otro pare y no siga con la lucha, además de indicarle que está en poder de la posición superior respecto al que está tendido.

Evidentemente la evolución ha hecho que estos mecanismos se conserven, ya que son efectivos y evitan muertes innecesarias, por lo tanto deberían aparecer también en nuestros perros domésticos. Pero... ¿Qué ocurre? Ocurre que la selección que se lleva a cabo actualmente no es natural, sino artificial; y que la mayoría de los criadores no se fijan en estos rasgos del comportamiento para seleccionar sus mejores ejemplares, sino en otros como una mejor caída de grupa, longitud del pelo o anchura de la cabeza. Por lo que estas cualidades, tan importantes o más que las de belleza, dejan de perpetuarse y van despareciendo. Y así conseguimos perros totalmente desinhibidos en lo que a agresividad se refiere: perros que muerden sin dar ningún aviso previo, como posturas corporales o gruñidos; perros que no saben interpretar las señales que les manda el contrario y perpetúan la mordida hasta el límite; perros que nos muerden continuamente las manos y los tobillos, en un afán constante de “probar” nuestra posición jerárquica.

¿Qué es lo que hace que podamos obtener un cachorro equilibrado y apto para convivir en sociedad? La cría responsable, informada y seria.

¿Por qué muerden los perros?

Todos los perros necesitan morder. Su boca es una poderosa herramienta para optimizar sus factores de supervivencia. Muerden para obtener recurso, mantener estatus e impedir ser depredados. Los cachorros aprenden mediante los juegos; los llamados “juegos de guerra”, tan importantes y necesarios para el establecimiento de sus posiciones jerárquicas. Todos los que hemos tenido de cerca una camada de cachorros los hemos visto en algún momento en una situación de lucha que a algunas personas podrían parecerles comprometida, pero que sin embargo es necesaria en su aprendizaje. Vigilados por su madre, que es la que les otorga los cuidados parentales, utilizan sus dientes desde que estos erupcionan para morder objetos, a sus hermanos e incluso a ella misma, que sabrá cuando tiene que intervenir poniendo fin con un buen gruñido o incluso un amago de morderlos. Los neófitos en este terreno pueden pensar, y de hecho me tengo muchas consultas al respecto, que es peligroso para ellos o incluso cruel. Y sin embargo es lo normal, es su forma de vida como perros, algo que a veces olvidamos por causa de la domesticación pretendiendo que se comporten en base a las reglas sociales de los humanos.
Es importante por tanto que sepamos interpretar las posturas corporales y señales comunicativas que nuestros perros emiten, ya que de ello depende que comprendamos su lenguaje y sepamos actuar en consecuencia.

¿Por qué muerden los adultos? Como he dicho antes, muerden para defender un territorio, a su progenie, o por disputar la jerarquía o a una hembra en celo. ¿Es esto peligroso? No, siempre que sepamos que ambos ejemplares que se están midiendo son equilibrados y han sido criados y socializados correctamente en base a sus propias reglas y con relación al ambiente en el que viven. Cuando se encuentran en una lucha por la jerarquía, los perros utilizan la “estrategia del burgués”. Esta estrategia les permite evitar peleas innecesarias cuando lo que están disputando no les merece la pena (en cuyo caso se retiran: “estrategia paloma”); O pelear hasta el final si lo que disputan es valioso, como su territorio o sus crías (“estrategia gavilán”). Estas estrategias empiezan a ensayarlas desde que están en la camada junto a sus hermanos y su madre y debemos tenerlas muy en cuenta a la hora de la jerarquización, tanto entre ellos como con nosotros.




¿Cómo se consigue que un cachorro aprenda esta regla?

Lo mejor es informarnos muy bien a la hora de adquirir un cachorro y, si es posible ponernos en manos de un profesional en Etología canina que nos asesore correctamente. Es esencial que el cachorro pase al menos las primeras ocho semanas en compañía de su madre y sus hermanos. Nosotros no debemos intervenir ni cortar estas manifestaciones de juego y lucha. El cachorro debe aprender a respetar a su madre y a otros ejemplares adultos si los hay, cosa deseable si su presencia no afecta negativamente a la cría.

Estas semanas se encuentran dentro del llamado “periodo de socialización”, crucial en la vida del cachorro, ya que es aquí donde se produce la asimilación de todo lo que va a permitir al cachorro ser un adulto equilibrado en el futuro.

Si hemos respetado esto, tendremos la mayor parte del camino recorrido. La otra parte nos toca a nosotros. Igual que su madre y hermanos le han enseñado a no morderlos, ahora nosotros tenemos que finalizar esta enseñanza de la misma manera. ¿Cómo? Nunca debemos permitir que una cachorro muerda nuestras manos o pies, y si lo hace debemos para esta acción y reprenderla. El mayor problema lo tendremos en cachorros que han sido separados a una edad demasiado temprana de su camada. En ellos necesitaremos más tiempo y paciencia. No se recomienda utilizar el castigo ni perder los nervios, ya que el cachorro interpretará que estamos jugando. Esto es lo que pasa frecuentemente con los niños, que se revuelcan con los cachorros y agitan manos y pies delante de ellos, consiguiendo únicamente perpetuar el juego y por consiguiente los mordiscos. Los padres deben mediar en estos casos en las sesiones de juego de sus hijos con el cachorro, enseñándoles a utilizar siempre un juguete y a interrumpir la sesión inmediatamente si el cachorro se muestra excesivamente brusco.

(TABLA)









En cachorros y perros pequeños podemos usar también las “contenciones”, pero sólo si sabemos hacerlo correctamente y asesorados siempre por un profesional. Se trata de mantener al cachorro volteado sobre el suelo (boca arriba) hasta que deje de intentar zafarse y adopte una actitud de sumisión, como lamernos las manos. En este caso liberamos la presión y acariciamos como premio. Esto no debe hacerse nunca si no nos consideramos capaces o si no estamos seguros del final de la acción, y por supuesto no en perros grandes o adultos.

Por supuesto es muy importante también asesorarnos en cuestión de qué raza elegir, ya que dependiendo de ésta y del nivel de actividad del perro nos encontraremos que el problema puede ser más grave o persistente.

Así mismo es esencial que el cachorro se relacione con otros congéneres, y si nosotros no podemos proporcionarles esas interacciones, podemos acudir a “clases de cachorros”, muy beneficiosas tanto para los perros como para sus propietarios.

Y por último, el nivel de ejercicio que proporcionemos al cachorro será directamente proporcional al de tranquilidad y equilibrio. Está demostrado que el ejercicio es beneficioso tanto en los humanos como en los animales. Los perros que están continuamente encerrados en apartamentos se ven tristemente avocados a una vida aburrida y a trastornos del comportamiento como la mordida excesiva y otros, y a ser confinados en perreras y protectoras debido a estos problemas.


Conclusión

La información previa es imprescindible a la hora de tener un animal, si no queremos que la ilusión inicial de compartir nuestra vida con un fiel amigo se convierta en una sucesión de problemas de convivencia que darán con los huesos del cachorro en un hogar tras otro, o en el peor de los casos encerrado en la perrera esperando un triste final.

La inhibición de la mordida es una de las consultas más frecuentes sobre comportamiento en cachorros, y morder en sí representa el 87% de las manifestaciones del comportamiento de los mismos. Estos datos pueden darnos una idea de lo importante que es saber al respecto y actuar en consecuencia, ya que lo que está en juego es una vida llena de satisfacciones al lado de nuestro leal amigo.


BIBLIOGRAFÍA



 Abrantes, R. (2003): Manual de comportamiento canino. Kns. A Coruña.
 Coppinger, Raymond & Lorna. (2004): Perros. Una nueva interpretación sobre su origen, comportamiento y evolución. Ateles. Madrid.
 Horwitz, Debra F; Mills, Daniel S; Heath, Sarah. (2006): Manual de comportamiento en pequeños animales. Ediciones S. Barcelona.
 Manteca, X. (1996): Etología clínica veterinaria del perro y el gato. 3ª ed. Multimedica. Barcelona.
 Overall, K. L. (1997): Clinical behavioral medicine for small animals. Mosby. Missouri.
 Pozuelos, A (2003): Curso de Etología canina avanzada



Antonio Pozuelos Jiménez de Cisneros. Derechos reservados de autor en registro de propiedad intelectual.
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